Paseando por un camino de piedras, rodeado de trigales mecidos por una brisa cual mochuelo de Delibes. Una vieja beldadora caliente al anochecer que conseguía convertirme en un Skywalker mesetario. Las curvas de subida al páramo en una bicicleta adornada con gomas de butano con mi amigo Quique emulando a Induráin y a Olano. Un atardecer comiendo giganteas sobre las alpacas. Tumbarse en el tejado para ver de noche las lágrimas de San Lorenzo. Las rugosas manos de mi abuelo sacando canicas de anís de del bolso de su chaqueta. Mi abuela dando volteretas en la era bajo el tendal… Todos esos instantes engullidos por el tiempo y el páramo seco cual boa constrictor engullendo un paquidermo. Millones de momentos esenciales que no puedo enseñar, «Lo esencial no es visible a los ojos. No puede verse sino con el Corazón»